Desde pequeña, sentí que no encajaba en los estándares de belleza previamente establecidos por la población. Constantemente me comparaba con mis compañeras de la escuela, puesto que para mi eran más delgadas, altas, bellas e inteligentes que yo. Aunado a esto, crecí en un contexto en el que, al tener una hermana mayor (muy parecida a mi físicamente), cuyas calificaciones siempre habían sido más altas que las mías, los profesores solían compararnos, enfatizando que yo no eran tan “lista” como ella.
En consecuencia, no sólo me sentí impotente al ver que, por más que me esforzaba, nunca lograba superarla, sino que también me propuse a ser “perfecta” (tener las mejores calificaciones, ser una alumna ejemplar y una mujer estéticamente bonita). Así fue como me convertí en mi peor enemiga, pues, aunque superé las expectativas que los demás tenían de mi, seguí creyendo que no era suficientemente valiosa.
En cuanto al ámbito académico, me dediqué a la escuela de tiempo completo, dejé de salir con mi familia y amigos porque creía que, si me la pasaba estudiando iba a ser realmente feliz. Al mismo tiempo, me hice experta en aparentar que tenía todo bajo control, la gente que me rodeaba no percibía mi sufrimiento, compraban la imagen de “niña responsable/estudiosa” que yo proyectaba. No obstante, al llegar a mi casa, me encerraba en mi cuarto a llorar porque las calificaciones que obtenía no eran lo suficientemente buenas para alcanzar la perfección, deseaba más y más.
Me hacia daño y comía en exceso, en consecuencia, empecé a subir de peso y la ropa que tenía no me quedaba. Esto influyó demasiado en mi autoestima, ya que, además de creerme incapaz de conseguir lo que siempre había anhelado “la perfección”, ahora me sentía fea y expuesta, pues creía que a donde fuera me iban a señalar.
De esta manera cursé la secundaria y los dos primeros años de preparatoria. Obtuve el primer lugar en varias ocasiones, los profesores me apreciaban, tenía compañeros que me respetaban, amigos y familiares que me querían. Sin embargo, continuaba creyendo que no era suficiente ni merecedora de amor y compañía. De modo que decidí seguir una dieta restrictiva por primera vez. Después de x años comencé a perder el control, lo que me generaba mucha culpa y realizaba ciertas conductas que sin darme cuenta me daban más hambre y caí de nuevo en el circulo vicioso del “Binge Eating”.
Me sentía controlada por la comida. Por una lado, moría de ganas por lucir como alguna de modelos que tanto admiraba y por el otro, no dejaba de ver videos en Youtube de gente haciendo retos de comida. Era una lucha constante por negarme algún alimento que estuviera fuera de la “dieta”.
Ahora bien, cuando escuché que Demi Lovato, una de mis artistas favoritas, había ingresado a rehabilitación debido a una sobredosis, me di cuenta que, no es de débiles pedir ayuda cada vez que te enfrentas a una situación que se te escapa de las manos. Razón por la cual, decidí contarles a mis papás lo que me estaba ocurriendo. Juntos contactamos a un equipo de profesionales de ayuda para que nos psicoeducara sobre lo que estaba viviendo y recibiera el tratamiento adecuado.
En general, ha sido un proceso difícil. Aunque no estoy recuperada al cien por ciento, considero que después de estar más de 2 años en la clínica me resulta más fácil identificar sus detonadores y poner en práctica estrategias para prevenirlos, tales como meterme a bañar, dibujar mandalas, escuchar música, bailar, meditar, jugar con slime, ver series, salir , entre otras.
Durante este cuarentena he descubierto que gran parte de las exigencias que creía que los demás me imponían son en realidad mis aspiraciones por alcanzar algo que no existe…la perfección y que es de suma ser fiel a uno mismo.
ANONIMO
México , 22 años
<3